jueves, 16 de junio de 2011

ESCUELA DE LA PATRIA





Pasaron 198 años y el sueño de Belgrano todavía sigue inconcluso. La historiadora Marta Dichiara que rastreó hasta en las cuentas de la logia Lautaro los fondos donados por el prócer para la construcción de la escuela en Tucumán, pide a las autoridades que se termine de una buena vez el proyecto para que el creador de la bandera por fin pueda descansar en paz.

Por CARLOS QUIROGA
Fotos: CARLOS VILLAGRA
Corrección: Profesora PILAR CORTÉS

“Cuando reflexiono que nada hay más despreciable para el verdadero patriota, que el dinero o las riquezas, he creído propio de mi honor, destinar los 40 mil pesos, (que había cobrado como premio por su desempeño en la Batalla de Salta) para la dotación de cuatro escuelas públicas en Tarija, Salta, Tucumán y Santiago del Estero”. La frase que parece salida de cuento de ciencia ficción para los tiempos en que la avaricia y la corrupción salpican a la dirigencia política, forma parte del legado del general Manuel Belgrano, que debió esperar 186 años y 100 días para que la Escuela donada para Tucumán se haga realidad. Voluntad que hubiese quedado en la nada, si no fuese por el trabajo de investigación y la perseverancia de la historiadora Martha Dichiara de Altamirano (77), que a lo largo de 30 años rastreó con paciencia y dedicación los destinos de esos fondos, para cumplir con la voluntad del prócer.
La admiración y pasión que sentía Martha Dichiara por Belgrano, hizo que mientras se desempeñaba como directora del archivo de la Secretaría de Educación, se detuviera en una nota de Bernardo de Irigoyen dirigida al gobierno de Tucumán, en la que hace referencia a los fondos pertenecientes a la escuela donada por Manuel Belgrano: “El hecho me llamó profundamente la atención y después de mucho andar, llegue a la conclusión que la escuela que había ordenado construir Belgrano nunca se había hecho”. Fue entonces cuando el bichito de historiadora la llevó a peregrinar por distintas instituciones, para determinar que suerte habían corridos esos fondos. En 1974, llegó al Ministerio de Economía de la Nación, con una carta de presentación de los diputados nacionales por Tucumán para solicitar una audiencia con el contador general de la Nación, con el tesorero general y con el director de duda interna: “Cuando Me preguntan para qué, le contestó que para reclamar una deuda que tenía la Nación con la provincia desde hace 180 años. Me miraron como diciéndome que estaba loca, pero las credenciales que había presentado, los obligaba a tenerme un mínimo de respeto. Así que me permitieron hablar con José Ber Gelbard, que por entonces era el titular de la cartera, quien quedó fascinado con mi historia y fue así como se me abrieron las puertas del Banco Central, para continuar con mi investigación”.

LA VIUDA DE BELGRANO



“En ese buscar entre las actas de crédito público, me di con una cuenta de la logia Lautaro y cuando ya estaba desalentada recurrí como última esperanza a la Biblioteca Nacional, en donde pido que me den las actas del crédito público de la provincia de Buenos Aires y milagrosamente aparecieron los fondos que había donado Belgrano. Estaban allí, nadie los había tocado y habían sido transferidos automáticamente hasta 1908, que salió una ley que decía que esos fondos iban a ser destinados a la construcción de la ciudad de La Plata, hasta que los legítimos beneficiarios los reclamaran. No lo podía creer, casi me muero de la emoción. Pero debo confesar que cuando concluí con mi tarea quedé medio vacía. Habían sido varios años de dedicarme a este prócer e inclusive mucho de mis amigos que me veían triste, pero con la satisfacción del deber cumplido, me cargaban diciendo que era la viuda de Belgrano”, recuerda Dichiara.

EL RECONOCIMIENTO DE LA DEUDA



La investigación histórica había concluido, pero todavía había un largo camino por recorrer para concretar el sueño de Belgrano. Así fue que Martha Dichiara comenzó un largo peregrinar por distintos despachos oficiales, a los fines de que alguien con poder político, logre rescatar esos fondos para la provincia de Tucumán. En 1993 el entonces diputado nacional por Tucumán, Miguel Nacul, se interesó en su investigación y decidió pelear desde el Congreso el reintegro de los mismos, hasta que en julio de 1994, consigue que sean incluidos en el presupuesto anual, a través de un proyecto de ley.
“Los 10 mil pesos fuertes, que había donado Belgrano en 1813 para la provincia de Tucumán, al convertirlos se traducían en 18 kilos de oro y con ello se podía equipar todo un ejército-puntualiza Dichiara-. La cotización de la actualización que hizo el Banco Central de la deuda equivalía a la renta líquida de la Nación en un año, pero como era imposible pretender cobrar eso, aceptamos que no nos paguen los intereses y que nos den solamente el capital simple, con un 6 % de interés anual. En base a ese cálculo sacamos que la deuda rondaba los cinco millones de dólares, que nos permitirá construir una escuela de última generación con laboratorios, salas de computación y lo último en tecnología para Tucumán.

INAUGURACIÓN Y FRUSTRACIÓN



Pero tuvieron que pasar 3 años más, hasta el 26 de julio de 1999, para que Marta Dichiaara cumpliera en parte con el sueño del prócer y se inaugurara la primera parte de la Escuela de la Patria, en la manzana comprendida por las calles: La Rioja, Bolívar, Lavalle y Jujuy.
“De los 5 millones de dólares que se destinaron para la construcción de la escuela llegaron sólo dos millones para ejecutar la primera parte, pero los cambios de gobierno, más un poco de decidía de las autoridades, hicieron que ese dinero faltante nunca llegue y que el sueño del prócer quedará incompleto”, lamenta Dichiara.
“Todavía falta que se construya en el piso superior, los talleres, las aulas y toda la parte conmemorativa para homenajear a Belgrano. Solo hace falta que las autoridades provinciales reclamen ante la Nación lo que nos están adeudando por ley”. Yo no voy a descansar hasta que la voluntad del general Manuel Belgrano se cumpla por completo. Lo único que espero es poder llegar con vida para cerrar uno de los trámites burocrático más largo de la historia Argentina, que crease o no, ya lleva 198 años”, afirma Dichiara.