lunes, 17 de octubre de 2011

25 AÑOS DE PERIODISTA


Este año celebro mis bodas de plata con el periodismo. El mejor oficio del mundo, porque me permitió ser testigo privilegiado de los acontecimientos más destacados del último cuarto de siglo: Desde el caso María Soledad hasta el crimen de Nora Dalmasso; e investigar los fenómenos caudillescos de Ramón Saadi, Carlos Juárez, y entrevistar a personalidades tan disimiles como, Susana Giménez y Barbarita Flores, la niña que le ganó la batalla del hambre en Tucumán. Y recorrer lugares impensados como la tierra de los gemios en Brasil, dónde las andanzas del científico nazi, Josef Menagale, se adelantaron varios años a la clonación, dando origen a la película “Los Niños del Brasil”.
Ninguna de estas vivencias periodísticas hubiesen sido posible sin la paciencia de mis ex compañeros del diario La Tarde, que siendo yo apenas un adolescente, me abrieron las puertas de la redacción. Vaya mi gratitud para todos ellos, pero muy especialmente para don Eduardo Arnau , primer jefe y maestro. Para Fernando Verni, que me confió mis primeros casos policiales y para el entrañable Antonio Negro Font, que me hizo posible el sueño de pibe, de poder escribir en GENTE.

LOS PODEROSOS DE SIEMPRE


Mi relación con el poder nunca fue la mejor, quizás porque preguntaba lo que ellos no querían responder y en distintas etapas de mi carrera me tuve enfrentar a desplantes vergonzosos y presenciar situaciones particularmente violentas. Todavía tengo presente el día que Antonio Domingo Bussi me invitó para que recorriera la provincia desbastada de Palito Ortega. Cuando subimos al Ford Falcón verde que nos llevaría, el chofer del entonces general arrancó sin percatarse que el Chino Pantoja, el fotógrafo que me acompañaba, no había terminado subir sus pies. Exaltado por el descuido, Bussi ordenó que detuviera la marcha y ya en tierra firme le dio unos cuántos puntapiés por el descuido. Tanto Pantoja como yo no podíamos creer lo que estábamos viendo, así que después de recorrer un par de cuadras decidimos dar por terminado el relevamiento fotográfico.
Quizás con el único poderoso que me lleve bien, fue con el ex presidente Carlos Menem, que siempre encuentra una salida irónica para capear las preguntas difíciles. En una de las tantas entrevistas que me tocó hacerle, cuando su matrimonio con Cecilia Bolocco comenzaba a naufragar, me anime a preguntarle cómo hacía un hombre de su edad para mantener siempre satisfecha a una mujer mucho más joven que él : “Yo soy como un boy scout, estoy siempre listo. Ahí radica la clave”, me dijo sin sonrojarse para salir rápido del paso. Aunque tiempo después me contó su dolor por la infidelidad de la Bolocco, pero otra vez utilizó el sarcasmo: “No hay dos sin tres (en referencia a su número de matrimonios) para poner una cuota de humor al drama que estaba viviendo.

EL CASO MARIA SOLEDAD


El caso María Soledad marcó a sangre y fuego mi carrera, porque fue una verdadera escuela de periodismo. Allí me tuve que enfrentar a las presiones que genera esta profesión, desde amenazas hasta estar preso por unas horas en un calabazo, pero también tuve el gusto de conocer a una mujer excepcional, como Ada Morales, que a pesar de su dolor, siempre me abrió la puerta de su casa para confiarme algún dato revelador.
Fue en Catamarca donde conocí la ira del diputado Ángel Luque, que molestó por mis investigaciones, me mandó a apretar con unos de sus secuaces, a quien apodaban Zapallo. En vísperas de unas elecciones, Zapallo se presentó en la escuela donde votaba Ramón Saadi, esgrimía en su mano una cadena y apenas entró me encaró: “Me han dicho que Quiroga, el de GENTE está por aquí, si lo ves avísame. porque a ese se la tengo jurada”. Yo no podía creer lo que escuchaba y le prometí que apenas lo viera le avisaba. Y con el corazón en la boca me fui, porque como bien dice el dicho:”Soldado que huye sirve para otra batalla”.
Mi paso por Catamarca también supo de lo que significa estar tras las rejas. Para un aniversario del crimen de María Soledad, habíamos ido con Julio Carrizo a la cárcel para intentar hacer unas fotos de Guillermo Luque en prisión. Los muros eran bajitos y una escalera tijera gigante que nos había prestado un vecino sirvió para que mi compañero llevara adelante el cometido. La osadía duró poco, porque en menos que canta un gallo, una comisión policial nos rodeó y nos llevó detenidos a la comisaría. Allí, por un par de horas estuve preso e incomunicado, hasta que finalmente se aclaró la situación y nos liberaron. Por suerte Carrizo había logrado esconder el rollo y nuestra estadía en prisión había dado sus frutos: teníamos las fotos exclusivas de Luque preso.

HEROES ANONIMOS


Más allá de los personajes famosos que me tocaron entrevistar, esta profesión me regaló la posibilidad de conocer a seres entrañables, que desde su pobreza me enseñaron que a pesar de las dificultades se puede ser honrado. Fue así que conocí a Carlitos Jiménez, un pibe de 10 años, condenado a la pobreza extrema en Chaco. Su papá lo había abandonado y su mamá padecía una enfermedad hereditaria que la tenía postrada a una silla de ruedas. Una tarde calurosa encontró una billetera, con un monto de dinero que le podría haber hecho pasar por un rato sus penurias, pero en lugar de quedársela, decidió devolverla. Su pequeño, pero gran gesto, le valió que lo entrevistara para GENTE. Y que su loable acción encontrará una hada madrina, llamada Mabel Erreguerrena. Lectora de GENTE, Mabel se conmovió con la nota y se comprometió con la historia y durante varios años se encargó que a los Jiménez no le falte un plato de comida en su mesa.
Encontrar soluciones a través de mis notas a problemas acuciantes, hacen que me sienta orgulloso de ser periodista y que a pesar de las obstáculos y las presiones siga apostando por los sueños inalcanzables. Como el día que Barbarita Flores conoció a Las Bandanas. Cómo olvidar su sonrisa cuando en el hotel Alvear se confundió en un emocionado abrazo con sus ídolas, inalcanzables para una niña que no tenía para comer y que con su llanto había conmovido a todo un país.

REGALOS DE LA PROFESION


Mis bodas de plata con el periodismo, me dieron también satisfacciones impensadas, como el haber estado nominado al premio Pléyade por mi nota “El Sida no Mata, La discriminación Sí”. máximo galardón que se otorga en el periodismo de revistas. También tuve la dicha de hacer mi primer documental Benjamín y el Viento, junto a Eduardo Sánchez y Fito Pochat, que tuvieron la generosidad de abrirme las puertas del cine para contar el drama de las escuelas rurales, que se van quedando sin alumnos. El esfuerzo no fue en vano, porque a los pocos meses del rodaje llegó el premio del Festival Internacional de Ushuaia. Y aunque ninguno de esos premios fue buscado, reconozco que fueron un importante aliciente para saber que estaba por la senda correcta.

AMIGOS Y MAESTROS


Probablemente ninguno de los logros periodísticos hubiesen sido posible sin el invalorable apoyo de los fotógrafos que me acompañaron en esas aventuras. Sería injusto no mencionar a Julio Carrizo, compañero entrañable de viajes durante más de 12 años; a Tomas Marini un reportero fuera de serie, que le puso el pecho a las balas durante el santiagueñazo y la fuga y captura del Malevo Ferreyra; a Carlitos Villagra, a Fernando Font y a Jorge Segovia, que no dudan en acompañarme cada vez que los convocó a una misión descabellada y a Antonio Canz, compañero de mis primeras andanzas periodísticas.
Tampoco quiero ser ingrato con mis compañeros de trinchera que me guiaron a lo largo de estos años: De Leo Ibáñez, aprendí la humildad para enfrentar a un entrevistado; de Hugo Martín la perseverancia para no bajar los brazos aún vencido y de Miguel Braillard la tranquilidad para no desesperar ante la mayor adversidad.
Y por supuesto que no puedo dejar de agradecer a esos jefes que en muchos casos sin conocerme confiaron en mí: Jorge Fernández Díaz; Alfredo Leuco: Carlos Russo; Luis Peña; Sergio Clua; Javier Avena y a los que hoy 25 años después me siguen encargando notas: Jorge de Luján Gutiérrez; Gabriel González; Gabriela Cociffi, Hugo Ferrer; Marcelo Dimango; Esteban Raies y me permiten seguir disfrutando del mejor oficio del mundo. Vaya para todos ellos mi infinita gratitud. Y para usted lector que a lo largo de los años me sigue acompañando. Levanto mi copa por otros 25 años más juntos.