lunes, 1 de junio de 2009

HISTORIA DE HACHEROS


Abrumados por la necesidad y castigados por el olvido, más de 10 mil hacheros se internan en el monte santiagueño, e inclusive hasta ponen en riesgo su vida con un único objetivo: regresar cargados de postes de quebracho colorado, para poder llevar a su familia un salario digno, aunque saben que por más esfuerzo que pongan nunca dejarán de ser pobres.

Por CARLOS QUIROGA
Fotos: Gustavo Tarchini

Viven prácticamente a la intemperie, el campamento no es más que una lona sobre unas cumbreras que les dio el monte, al igual que los palos donde improvisan sus camastros. Allí en condiciones casi infrahumanas abrazan sus sueños y descansos, y son conscientes de que la mordedura de una víbora no les daría mayores posibilidades de vida, porque están alejados de toda civilización y que para poder ser asistidos por un médico deberán transitar por una huella tortuosa usando como único medio de transporte una bicicleta y que a decir verdad para esa altura la fiebre no los dejará pedalear, así que no tendrán otro remedio que encomendarse a los preparados mágicos de algún curandero de la zona y rogar a Dios que la pócima haga el milagro.
La fiebre por el quebracho colorado empezó a principios del siglo XIX, cuando se comenzó a trazar la vía férrea que uniría el norte con el sur y traería progreso y prosperidad para los pueblos del interior. “Es una madera más fuerte que el acero, por eso de aquí en más los durmientes van a ser exclusivamente de quebracho”, dijeron las autoridades del ferrocarril y cientos de santiagueños abandonaron sus antiguos asentamientos para partir tras una nueva quimera, que los llevó a deambular por los lugares más inhóspitos y recónditos de la extensa geografía provincial. Dejaron esposa e hijos y la tierra que aunque fuera ajena le alcanzaba para cubrir su sustento. .¿Valió la pena tanto sacrificio?: “No- sostiene terminante - Luis Garay, historiador e investigador de la problemática hachera- . Hoy los quebrachos que fueron sacrificados en beneficio del progreso que traería el ferrocarril yacen en una vía muerta que hace ya tiempo ha dejado de ser transitada por el tren. Ese falso progreso que nunca llegó se llevó a todo a cambio de nada. Dejó el monte desbastado, miseria y desarraigo”.
El olvido de los hacheros fue una constante para la industria forestal y los gobiernos santiagueños. Para que construir poblaciones estables si ,por la propia característica del obraje, iban a tener una vida efímera?.-Para que dotarlas de agua corriente, luz eléctrica, caminos, escuelas, polideportivos, etc. si pronto extinguido el bosque de la zona y depredada totalmente su fauna era necesario levantar todo, y comenzar desde un principio, en otra zona virgen forestal?.-.
EN EL MONTE ES TODO HACHA
Alhuampa ,ubicada a 220 kilómetros al noroeste de la capital santiagueña, en el departamento Moreno .es un ejemplo de esa política devastadora. . Allí conviven 383 habitantes que se quedaron con la ilusión del progreso y que recién conocieron la luz eléctrica en 1997. Gabriel Arcángel Galván, a quien todos en el pueblo conocen como “Vizcacha” recuerda con impotencia cuando la riqueza se cargaba en forma de árbol y el sonar de hachas no cesaba: “Ahora en cambio nos tenemos que ir cada vez más monte adentro para conseguir un quebracho. Lo triste de todo esto es que aquí no sabemos otra cosa que hachar. Tanto es así que en Alhuampa sólo tres personas no se dedican al obraje, el pocero, el tractorista y el puestero de una estancia. Todos los demás vivimos del monte”.
Ramón Ernesto Galván(34),“Sado” para los amigos, asiente resignado las palabras de su compañero. Hace un par de años le detectaron Chagas- , -lo que muchos no dudan en calificar como “el sida del sub desarrollo”- que justamente ataca más en esta franja social, a los que habitan en viviendas de tipo rancho. “La doctora me prohibió los esfuerzos físicos- dice- y qué voy a hacer aquí, no hay otra cosa, aquí es todo hacha..Ahora me tengo que conformar con ayudar con lo que puedo y haciendo el mínimo esfuerzo”.
Aunque no lo quieran reconocer, por temor a quedar sin trabajo, el resto los hacheros sabe que no están exentos de seguir los pasos de Sado y resignados por la falta de otra fuente de trabajo se internan una vez por mes entre la espesura del follaje de los quebrachos para ganarse con el sudor de su frente el sustento. Ellos no conocen de descanso, ni feriados y el mes no comienza el 1 como para el resto de los mortales, sino con el proceso de desarbustado. Durante esa primera semana deberán limpiar el monte para cuando caigan los árboles no se estorben entre sí. Luego vendrá la tala, que por cierto ya no es tan dura como antes cuando se hacía con hacha , ya que la motosierra les permite ahorrar fuerzas y ganar tiempo. Los que tienen oficio sostienen que ahora pueden voltear 40 árboles en 1 día.
Una vez que los quebrachos yacen en el monte, el hacha volverá a ser la protagonista de sus jornadas de trabajo y con mucho cuidado sacarán la corteza hasta dejar al quebracho al rojo vivo. Luego labrarán la madera en forma prolija hasta dejar un poste perfecto. Algunos no quieren que su trabajo se reduzca solo a la paga, por eso estampan su firma en el poste, para que su esfuerzo perdure en el tiempo.
Finalmente procederán a sacar los postes por una huella , solo transitables para las mulas y las zorras, que la llevarán hasta la picada principal donde los cargarán en un acoplado tirado por un tractor que los llevará hasta el playón.
CARENCIAS Y DESENCATOS
Hoy las hachas fueron reemplazadas por las motosierras en el proceso de talado, pero lo que no cambió son las condiciones de vida de los hacheros, que siguen viviendo al igual que en el siglo pasado, en condiciones infrahumanas. El mobiliario del hachero se reduce a una mesa pequeña, la zorra, la olla , un jarro y la escopeta vieja. Y como artículo de máximo confort del campamento sobresale una radio, que le permitirá estar informados de lo que sucede en el mundo exterior y seguir de cerca los resultados de su equipo de fútbol.
Una vez por semana el obrajero (él que compra la madera producto de su esfuerzo) le lleva la mercadería y 200 litros de agua potable que deberá hacer alcanzar hasta la próxima entrega. Por supuesto que la comida no es muy nutritiva, se basa en fideos, arroz y cuanto animal se cruce en su camino: corzuela, conejo, quirquincho, charata y chancho del monte. La poca carne vacuna que consumirán será en forma de charqui, la única manera de mantenerla fresca. Y si quieren comer pan del día, no les quedará más remedio que amasarlo con sus propias manos, porque buscar una panadería en medio del monte es una utopía.
En el invierno soportan temperaturas entre 7 y 10 grado bajo cero y la única manera de sentirse abrigados es estar a la par de la fogata, en donde arderán con facilidad esos leños de quebracho blanco: “Vio de sabio que es el monte que hasta nos cobija del frío”, afirma, sonriente Alejandro Castillo. Y en verano cuando el calor se hace sentir las temperaturas rondarán los 40 a 45 grados, sin un ventilador que los refresqué y sin la posibilidad de tomar una bebida fría que los reanimé ya que la luz eléctrica por esos lados sigue siendo una promesa del progreso que nunca llegó. El verano es un infierno en el monte santiagueño, por eso quieran o no deberán tomar un receso hasta que el calor amaine y regresar a fines de febrero o primeros días de marzo.
La soledad en el monte se hace sentir:” No hay nadie con quien conservar, excepto tu compañero, a quien durante la primera semana ya les ha contado todo, con pelos y señales y te conoce como si te hubiera parido.- sostiene Sado- Si ves una mujer seguro es producto del delirio de la fiebre o de un espejismo. Aquí en el monte no hay nada, tan solo el recuerdo de lo que era el amor”.
“La historia de los hacheros está hecha de manos gastadas, de carencias, de rostros curtidos, con ojos resignados de tanto ver como el sudor de sus afanes , engorda y engorda bolsillos ajenos- afirma Luis Garay-.Es una historia labrada a golpes de hacha, que traza un círculo perfecto donde todo vuelve a empezar. Hijos de hijos de hacheros se suceden en un espiral que no tiene fin, al igual que su pobreza”. Así inclusive lo refleja Horacio Guaraní en la Canción del Niño hachero: “Cuando Crezca mi chango será un hachero. Siempre sol, nunca luna, vida de obrero. Destino de andar triste de enero a enero”.
“El hachero por definición es un hombre errante. Padre ausente, marido por 6 días al mes y deudor eterno”, concluye Garay.
Por eso Luis Landriscina que conoce de cerca las carencias y sufrimientos de estos hombres de rostros tristes, de manos y piel curtidas por el frío y el viento, escribió un poema al hachero santiagueño, en donde se refleja el sentir de este periodista y seguramente de usted lector: “Quisira encontrar el hacha para que talemos juntos el árbol de la injusticia. Para que engorde el jornal y hacer creer tus derechos. Dos hachas no son gran cosa, pero juntos ya veremos. Si somos muchos talando, capaz que tiemble el cielo”. Que esta nota sirva para que pronto derribemos juntos estas injusticias. Que así sea.

OFICIO EN EXTINCIÓN


Los hacheros saben que su oficio tiene una vida perentoria y que ese recurso de subsistencia que es el quebracho y que parecía inagotable hoy está en extinción y que probablemente las próximas generaciones ya no podrán seguir con la tradición familiar: “Hay zonas donde ya no se escuchan el cantar de los pájaros, porque nosotros nos encargamos de hachar los árboles y dejarlos sin nidos”, asegura Vizcacha. Sus dichos son corroborados por las estadísticas: Santiago del Estero tenía a comienzos del siglo 10.792.000 hectáreas de bosques, según datos oficiales de la Dirección de Geodesia y Tierras de la Provincia. En la actualidad se calculan, ya que no existe un inventario forestal, que solamente quedan unas setecientas mil. Es decir que más de nueve millones de hectáreas fueron irracionalmente explotadas por la mal llamada "industria" forestal.
La utilización del bosque fue total.- Primero para la fabricación de los durmientes de quebracho colorado utilizados en el trazado de las vías férreas que fueron sustituyendo poco a poco a los durmientes de acero. En segundo lugar para la obtención de los postes, también de quebracho colorado, para alambrar las grandes estancias de la pampa húmeda y en tercer lugar todas las otras especies forestales(quebracho blanco, algarrobo, itín, guayacán) que eran utilizadas para la leña y el carbón vegetal, combustible que sustituyó al carbón mineral después de la Primera Guerra Mundial..

“SOMBRAS ABATIDAS”


Las fotos que ilustran la nota pertenecen al reportero gráfico Gustavo Tarchini, que durante 4 años se internó en el monte santiagueño para retratar con la mayor crudeza posible la realidad de los hacheros: “Mientras lo realizaba me asombraba constantemente el parecido de las situaciones relatadas en el libro “ El bosque sin leyendas “ de Oreste Di Lulo de1937.
Casi todo estaba igual , con el agravante del paso de los años. Solo adaptaciones como las que los vales son reemplazados por cheques a 90 días, las hachas por motosierras, los trenes por camiones. Es como si no hubiese pasado el tiempo, salvo por los diámetros menores y la penosa disminución de la fauna. La misma rutina, la misma historia, las mismas penas. Una de mis ideas era documentar el bosque desde un punto visto social. La relación estrecha entre el bosque, el hombre y el hachero. En este camino encontré muchos sabios. Sabios de cuarto y quinto grado. Edad en que los lápices fueron cambiados por las hachas y si este destino no sucedió antes fue porque el peso de el hacha, impide que los chicos puedan manejarla”.
Parte de las 4000 fotos que tomó forman parte de la muestra “Sombras abatidas” que expuso con gran éxito En diversas provincias.