“En ese buscar entre las actas de crédito público, me di con una cuenta de la logia Lautaro y cuando ya estaba desalentada recurrí como última esperanza a la Biblioteca Nacional, en donde pido que me den las actas del crédito público de la provincia de Buenos Aires y milagrosamente aparecieron los fondos que había donado Belgrano. Estaban allí, nadie los había tocado y habían sido transferidos automáticamente hasta 1908, que salió una ley que decía que esos fondos iban a ser destinados a la construcción de la ciudad de La Plata, hasta que los legítimos beneficiarios los reclamaran. No lo podía creer, casi me muero de la emoción. Pero debo confesar que cuando concluí con mi tarea quedé medio vacía. Habían sido varios años de dedicarme a este prócer e inclusive mucho de mis amigos que me veían triste, pero con la satisfacción del deber cumplido, me cargaban diciendo que era la viuda de Belgrano”, recuerda Dichiara.
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