lunes, 24 de abril de 2017

HIELOS ETERNOS


Después de transitar 17 horas de viaje desde Trelew y atravesar las ciudades de Comodoro Rivadavia, Caleta Oliva, Puerto San Julián,  llegamos  al Calafate, un pueblo hecho a medida  del  turista, ya que es la puerta de  entrada al Glaciar Perito Moreno. Entre sus principales atractivos, sobresale el Lago Argentino, la feria de los artesanos y el Yeti  Bar, donde los clientes nos sentimos como esquimales en un iglú, porque desde la barra donde se sirven los tragos hasta  la silla donde nos sentamos están construidos con hielos.
Pero la mayor aventura la viviría el día después, cuando embarqué en Puerto Bandera, rumbo a los glaciares. A medida que uno navega   por el Lago Argentino tiene la sensación que va en el Titanic; el viento hace que las olas sacudan con fuerza la embarcación y empapen a los desprevenidos pasajeros que estamos en la cubierta ansiosos por ver el glaciar Upsala, que se erige como un paredón azulado o verdoso, según la hora del día. Después de acercarnos a escasos metros de ese tempano imponente, seguimos viaje rumbo al sur, para contemplar el glaciar Spegazini, que se desprende de un cordón montañoso. Sus paredones tienen entre 80 y 135 metros de altura y confirman que todos los glaciares son distintos.

Cuando creía que ya lo había visto todo, llegué en horas de la tarde al Glaciar Perito Moreno, donde un sin fin de hielos eternos se extienden  a lo largo de cinco kilómetros y se elevan a una altura de más de 60 metros, para después resquebrajarse como vidrios, provocando un sonido  ensordecedor, para luego  convertirse en pequeños témpanos flotantes, brindando a nuestros ojos un espectáculo deslumbrante, que quedará guardado para siempre en mi memoria.

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