Con amor, paciencia y perseverancia logró que su hija Barbarita Flores, la nena que lloró de hambre ante las cámaras de Jorge Lanata sea hoy toda una señorita. En su casa del barrio ATE nos cuenta cómo logró criar a ocho hijos cuando no había ni si quiera para comer. “La clave fue no bajar los brazos y ser como un piñón fijo, siempre para adelante”.
Por CARLOS QUIROGA
Fotos: CARLOS VILLAGRA y FERNANDO FONT
Fotos: CARLOS VILLAGRA y FERNANDO FONT
De la niña raquítica, callada, inocente, de mirada perdida que se convirtió en el símbolo del hambre durante la crisis del 2001 y que conmovió al país con sus lágrimas no queda casi nada. Hoy Barbarita Flores (16) es toda una señorita, de pelo largo, sonrisa pícara y un cuerpo estilizado que posa para las fotos como si fuera una modelo. Reconocerla a simple vista es casi imposible, inclusive para este cronista que la entrevistó en una decena de oportunidades. Parte de ese milagro ocurrió porque su madre, Rosa del Carmen Jiménez (40) nunca bajó los brazos y con su espíritu abnegado le enseñó a no rendirse ante la adversidad y sobreponerse a la indigencia con dignidad. Por eso, en vísperas del día de la madre, fuimos hasta su casa en el barrio ATE para que nos cuente cuál fue la fórmula para criar ocho hijos :Juan (24), Ruth (22), René (19), Franco (18), Bárbara (16), Andrea (15), Lucía (12) y Álvaro (9) y no morir en el intento, cuando a veces ni siquiera había para comer: “La clave fue ser paciente y entregarle mi vida a ellos; quizás por eso ahora tenga menos paciencia”, bromea Carmen que no sólo educó a sus hijos , sino que además fue el sostén anímico y afectivo cuando la crisis económica del 2001 amenazaba con llevarlos puestos.