martes, 18 de mayo de 2010

LAS ÚLTIMAS RANDERAS



Durante la época de la conquista los tejidos supieron embellecer los ornamentos religiosos y adornar las faldas amplias; las batas; escotes y las enaguas, que tenían hasta tres voladores terminados en randas. Hoy 500 años después de ese apogeo, el tejido intenta sobrevivir en un mundo industrializado, donde el trabajo artesanal carece de valor y la tradición pierde terreno ante el avance de la globalización.
Por CARLOS QUIORGA

Fotos: JULIO CARRIZO


La randa es un delicado y artístico tejido en vía de extinción que llegó a su máximo esplendor en el siglo XVI con la llegada de los conquistadores españoles a Tucumán. Por ese entonces no había casa donde no se exhibiera un centro de mesa o un pañuelo, que pusieran de manifiesto las habilidades de las mujeres del hogar, que con paciencia y tesón se esmeraban para que sus finos y delicados bordados provocaran admiración y se lucieran en los ornamentos religiosos de la época. Hoy 500 años después de ese apogeo, el tejido intenta sobrevivir en un mundo industrializado, donde el trabajo artesanal carece de valor y la tradición pierde terreno ante el avance de la globalización. Por eso viajamos El Cercado, departamento Monteros, ubicado a 66 kilómetros al sur de la Capital tucumana, donde manos anónimas y laboriosas, luchan por mantener viva la herencia familiar: “La randa es una alternativa, pero no un medio de vida, por eso somos cada vez menos la que la hacemos. Hoy nuestros jóvenes se muestran apáticos a aprender las técnicas el tejido y los pocos que se interesan lo hacen para mantener viva una tradición familiar”, sostiene Margarita del Rosario Ariza, una de las últimas randeras.

LLEGO CON LA CONQUISTA


Su origen no es español como se supuso en un principio, sino germano. Fue llevado a España durante el reinado de Juana de Aragón e introducido en Tucumán por las damas castellanas que integraban la expedición colonizadora, comandada por el capitán, Diego de Villarroel en 1565. Fue precisamente en Ibatín- (primera fundación de Tucumán), donde las damas castellanas practicaron durante 125 años la elaboración de la randa hasta 1690, año en el que comienza a llevarse a cabo el traslado de Tucumán hacia su actual emplazamiento. La resistencia de algunos vecinos a emigrar, convirtió a la localidad de El Cercado, muy próxima a Ibatín, en un importante centro rural y fue precisamente allí donde se radicaron las randeras que fueron transmitiendo los secretos del tejido de generación en generación hasta nuestros días .Durante ese periodo las randas supieron embellecer los ornamentos religiosos como casullas, albas y manteles de altar y adornar las faldas amplias; las batas; escotes y las enaguas, que tenían hasta tres voladores terminados en randas.

SECRETOS CENTENARIOS


Hoy apneas quedan unas 6 randeras en El Cercado y solo Margarita Ariza está dispuesta a revelar los secretos de ese tejido que aprendió de su madre, doña Juana Delgadina (94) cuando tenía apenas 8 años y que se ilusiona en transmitir a su nieta para que la tradición familiar no se pierda. “La randa es una trama elaborada a la aguja con finos hilos de coser anudados entre sí. Primero se hace la maya, que se teje con una aguja común y un palito de quinua o mora, que sirve de guía para medir su diámetro. Luego la colocamos sobre el bastidor, donde la tensamos y una vez allí comenzamos los bordados. Entre los puntos que aplicamos se destacan el arroz, anís, jazmín y abanico, entre otros. Una vez terminado el bordado procedemos a la lavar a la randa y almidonarla con apresto para que se endurezca el tejido”.
“Las carpetas que hacemos (léase randas) la aplicamos en la confección de pañuelos, centros de mesa, baberos, cuellos y souvenires- puntualiza Ariza-. Elaborar una randa chica, lleva de dos a tres días de trabajo, porque solo nos ocupamos de a ratos, porque cansa mucho la vista y la espalda

OFICIO EN EXTINCION


“A mí me vienen a buscar a la casa para hacerme los encargues. Otras veces me invitan a ferias de artesanos para que muestre mis productos, pero lo cierto es que las randeras carecemos de apoyo oficial para promocionar lo que hacemos. Por eso las nuevas generaciones no muestran mayor interés por continuar con la tradición familiar. Hoy en El Cercado quedamos apenas 6 randeras. Si nadie toma la punta, es un oficio que se irá perdiendo y solo quedará la anécdota que aquí se hacía randas, sostiene con la voz entrecortada como esperando un milagro que las salve de la extinción.

UN PROYECTO INNOVADOR

Manuel Contreras es un reconocido diseñador de modas de Tucumán que está dispuesto a sacar a la randa de su larga y dolorosa agonía y volverla a hacer brillar con el mismo esplendor que deslumbro en el Siglo XVI.
“Mi relación con la randa comienza en el año 2003 cuando la Secretaria de Cultura de la ciudad de Monteros, a cargo de Eduardo Garrido decide llevar a cabo un proyecto para ver si se podía evitar que este tejido en extensión se perdiera –cuenta Contreras. Fue entonces que me decidí a darle una utilidad por el lado del diseño y la moda. Hasta ese entonces la randa se reducía a carpetas redondas blancas. No tenía más utilidad que un centro de mesa, que un pañuelo, que un adorno. Fue entonces que descubrí que la randa podía cambiar de forma y color. Este cambio me permitió acercar la randa a la moda, ya que vivimos un cambio de personalización. Hoy la gente busca exclusividad y es precisamente lo que intente hacer con la randa. Entre mis producciones figuran chales, vestidos de fiesta, de novia que impactaron muy bien en el mundo Nunca la randa se va a poder industrializar porque la técnica es a mano. Tiene un costo muy bajo, pero lleva mucho tiempo hacerlo. Lamentablemente las randeras ya no viven de esto y cada vez le dedican menos tiempo, por eso se vuele exclusiva”, puntualiza el diseñador.

MODELO UNICO

“La randa es delicada y necesita del cuidado que una mujer le pueda dar, como si se tratara de una mantilla de manila o de encaje chantilly. Jamás podrá ser aplicada a una prenda de uso diario, es más bien exquisita. En España en la feria de la moda Madrid quedaron maravillados con la aplicación de las randas a la alta costura y se mostraron muy interesados en comprar lo que podamos producir”, afirma Contreras.
“Cuando descubrí la randa sentí que la moda había dejado de ser una cosa frívola, para dar lugar a la revalorización al encuentro, al poder fusionar la historia, con la rusticidad, con la alta costura, que es tan fina y delicada. Es la primera ve que encuentro una faceta más humana y cultural a mi trabajo”.
“Lamentablemente no hubo decisión política para avanzar con el proyecto y la aplicación de la randa a la alta costura quedó en la nada. Para que la randa resurja se necesita de una decisión política que incentive a las randeras a seguir tejiendo. La gente enloquece por un producto de estas características, pero realmente no paga lo que vale”, se lamenta el diseñador.
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