Descolló
en las pistas de atletismo durante la década de los 80, pero la leucemia le
puso punto final a su brillante carrera. Lejos de rendirse, decidió darle
batalla y no sólo venció a la muerte, sino que en el último campeonato mundial
de trasplantados regresó con cuatro medallas de oro.
Por
CARLOS QUIROGA
Fotos:
CARLOS VILLAGRA
En marzo de 1988, Juan Pablo Juárez había llegado a la cumbre de su carrera
profesional como atleta. Entre sus logros exhibía orgulloso: Trece campeonatos
argentinos de distintas pruebas (pista,
calle, maratón), campeón sudamericano, record argentino en maratón en 21 y 41
kilómetros y su buena performance en las maratones internacionales de Nueva
York, Los Ángeles, San Silvestre, Turín y Boston, lo habían convertido ya en
una promesa mundial, pero un examen médico de rutina puso fin a esos sueños:
tenía leucemia. Pero más allá de lo doloroso que resultó el diagnóstico, decidió no bajar los brazos: “Era
cociente que comenzaba a batallar contra
la muerte, pero lo tomé con normalidad,
porque sabía que al igual que la lesiones que se me fueron presentando a
lo largo de mi carrera lo iba a superar. No me desesperé y me dije cuando sea mi hora, que me llegue con dignidad,
así que puse todo de mí para ganarle a la vida esa partida. En ese momento el
único camino era someterme a un
trasplante y lo hice. Y aquí me ve, vivito y coleando”, dice sonriente trece
años después. No sólo venció a la muerte, sino que además se convirtió en un
embajador de la donación de órganos y en el último campeonato mundial para
trasplantados realizado en Suecia en
junio pasado, obtuvo cuatro medallas de oro en las carreras de 400,800, 1.5000 y 5.000 metros.