lunes, 7 de septiembre de 2009

DE DONDE VENIAN


“Con los datos arqueológicos que logramos rescatar y que por suerte estaban intactos a la hora de hacer la excavación, pudimos reconstruir gran parte de lo que fueron las últimas horas de los niños, pero esa versión no es definitiva, porque con esos mismos datos y mayor información en el futuro se puede generar una interpretación totalmente diferente a la que tenemos hoy”, advierte Vitry.
No se sabe a ciencia cierta a que etnia pertenecían los niños que fueron sacrificados, pero lo que si se pudo establecer por la ropa que llevaban puesta es que venían del Cuzco y que para llegar al Llullaillaco debieron hacer 1.700 kilómetros caminando. Una travesía imposible de realizar hace 500 años atrás y que sólo encuentra lógica en los vestigios arqueológicos que se encontraron que establecen que usaron los caminos del Inca, que tienen cada 20 kilómetros, tambos (lugares de aprovisionamiento y de descansos, que se creaban estratégicamente porque esa es la distancia que podían recorrer las llamas cargadas).
Los niños fueron sacrificados en una ceremonia Inca que se conoce como capacocha, que se realizaba para la asunción de nuevo Inca, la muerte de un cacique o cuando se producía algún cataclismo.” Las ofrendas humanas se hacían para calmar la ira de los dioses y también como una forma de agradecimiento, cuando conquistaban nuevos territorios. ”Los seleccionados para el sacrificio eran hijos de cacique y curacas y a la hora de elegirlos primaba lo físico, debían ser perfectos, sin ningún tipo de manchas- explica Vitry- Ellos tenían otra concepción diferente de la vida y la muerte. Los incas creían que estos niños no morían, sino que se dormían profundamente y después se despertaban con los dioses. Llama curiosamente la atención que el ajuar en su gran mayoría venga de a pares y la explicación es que se ponían por ejemplo dos platos, dos vasos, para que compartan con los dioses”.

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