Por CARLOS QUIROGA
Fotos: JORGE SEGOVIA
Fieles a las tradiciones de sus antepasados y respetuosos de las leyes que impone la Madre Tierra, cada mes de noviembre los habitantes de Laguna Blanca, interrumpen por un fin de semana sus quehaceres cotidianos para participar de un ritual sagrado, El Chaku, donde ponen de manifiesto, sus habilidades en el encierro, captura, esquila y posterior liberación de vicuñas silvestres, evitando así que los cazadores furtivos habidos de su lana, que cotiza a $ 2.000 el kilo, las terminen extinguiendo. Hoy gracias a esa técnica ancestral, han convertido el lugar en el reservorio de vicuñas más grande de Sudamérica. Y lejos de perjudicarse económicamente los tejedores tienen garantizado lana de vicuña legítima para sus productos en forma permanente.
Jesús Gutiérrez, uno de los líderes de la comunidad de Laguna Blanca, ubicada a 450 kilómetros al norte de la capital catamarqueña en plena cordillera, asiente los dichos de la funcionaria ycasi con vergüenza confiesa: “Durante muchos años la caza furtiva de vicuñas por los valioso de su lana perturbo nuestra relación con la Pachamama (Madre Tierra), pero afortunadamente desde el año 2002 el gobierno nos enseño a esquilarlas, para después liberarlas vivas. Desde entonces la Pachamama nos premia con abundante lana para tejer nuestros, puyos, ponchos y mantas”. Por eso el primer fin de semana de noviembre, desafiando el viento helado de la puna, los 300 lagunenses se dan cita temprano en la dirección de ganadería, donde Raúl Gutiérrez, presidente de la cooperativa que usufructuara la lana, distribuye a los cooperativistas en camionetas cuatro por cuatro, donde cargan redes, sogas y banderines de color para llevar adelante el arreo y posterior captura de las vicuñas, que finalmente serán esquiladas.
Jesús Gutiérrez, uno de los líderes de la comunidad de Laguna Blanca, ubicada a 450 kilómetros al norte de la capital catamarqueña en plena cordillera, asiente los dichos de la funcionaria ycasi con vergüenza confiesa: “Durante muchos años la caza furtiva de vicuñas por los valioso de su lana perturbo nuestra relación con la Pachamama (Madre Tierra), pero afortunadamente desde el año 2002 el gobierno nos enseño a esquilarlas, para después liberarlas vivas. Desde entonces la Pachamama nos premia con abundante lana para tejer nuestros, puyos, ponchos y mantas”. Por eso el primer fin de semana de noviembre, desafiando el viento helado de la puna, los 300 lagunenses se dan cita temprano en la dirección de ganadería, donde Raúl Gutiérrez, presidente de la cooperativa que usufructuara la lana, distribuye a los cooperativistas en camionetas cuatro por cuatro, donde cargan redes, sogas y banderines de color para llevar adelante el arreo y posterior captura de las vicuñas, que finalmente serán esquiladas.