A horas del histórico fallo por el secuestro de Marita
Verón, su hija, Sol Micaela Verón y su abuela, Susana Trimarco (58) esperan una
sentencia ejemplificadora. En un conmovedor reportaje, cuentan sus sufrimientos
y desvelos y se abrazan a la esperanza de un reencuentro.
Por CARLOS QUIROGA
Fotos: CARLOS
VILLAGRA/ Revista GENTE
Tenía apenas tres
años cuando una mañana otoñal de abril del 2002 una red de trata le arrebató a
su mamá para someterla a los más crueles tormentos y explotarla sexualmente. A
partir de entonces su corta vida dio un giro drástico. De la noche a la
mañana pasó de ser acunada por Marita
Verón a recorrer los pasillos de
tribunales en los brazos de sus abuelos, que por entonces comenzaban una lucha
quijotesca contra las mafias para devolverle a su madre. Pero lejos de enojarse
con Dios por lo que había pasado, supo aceptar en su cabecita de
niña-adolescente que su sufrimiento
no había sido en vano porque sirvió para rescatar del infierno a muchas jóvenes que al igual que su madre
eran víctimas de la esclavitud sexual. Y
hoy diez años después, se ha convertido con su spot “Yo le digo No a la trata”
en una abandera de la causa y en el principal sostén de su abuela, Susana
Trimarco, una mujer a la que se le
secaron las lagrimas, pero cuando habla de su nieta se emociona al borde del
quebranto.
En víspera de su cumpleaños número 14 y a días de la
sentencia, donde son juzgados los 13 imputados acusados de secuestrar y
explotar sexualmente a su mamá, Sol
Micaela Catalán Verón, nos abre las puertas de su casa y de su corazón para
contarnos que espera del tribunal que según dice puede darle con su fallo un
tiro de gracia a la trata. Acompañada de
su abuela, Susana Trimarco (58) se presta a un diálogo conmovedor con GENTE,
donde sorprende por su capacidad de reflexión.
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