Micaela (11) tenía apenas 3 años, cuando una mañana otoñal del 2003 una red de prostitución le arrebató a su madre: “La verdad es que tengo recuerdo muy confusos de ella, por eso siempre le pido a mi abuela, Susana, que me cuente cómo era ella. Lo que si no me olvido, es que ella me hacía los fideos amasados que tanto me gustan”. Hoy, aquella niña de mirada triste, es ya toda una señorita, y a pesar de su corta edad, asume con absoluta entereza el rol que le toca : “Es fuerte ser la hija de Marita Verón, porque todo el tiempo la gente pregunta sobre mi mamá, aunque al menos en el colegio esas ansias se calmaron, porque ya todos conocen mi historia. Aunque a decir verdad ya me acostumbré a vivir con su triste fama”. Para ella no fue nada fácil vivir estos años sin su mamá y a lo largo de estos 9 años de búsqueda infatigable, se convirtió en una testigo silenciosa del peregrinar de su abuela por prostíbulos y pasillos de tribunales: “Hoy, sin querer, soy una especialista en trata de blancas y no veo las horas de crecer para poder ayudar más a mi abuela en su lucha contra esos delincuentes. Ya me acostumbré a vivir con custodia. Desde que iba al jardín, me crié con policías a la vuelta, hoy ya no me resulta tan raro y la verdad es que ellos que me custodian desde hace años ya son como parte de la familia”. Habla con absoluta soltura sobre lo que le tocó vivir y no duda en prevenir a las chicas de su edad sobre cómo actúan las organizaciones delictivas que secuestraron a su mamá. Aunque ahora se la ve feliz, Micaela sostiene “Yo no voy a parar hasta encontrar a mi mamá, porque a pesar de todo lo que dijeron, lo último que voy a perder es la esperanza de volver abrazarla”.
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