jueves, 14 de julio de 2011

HISTORIAS, MITOS Y SECRETOS DE LAS RIÑAS DE GALLO



Hoy la actividad gallera se sigue desarrollando con la misma pasión de antaño pero, a diferencia de otras épocas, se preserva la integridad del animal. Ya no pelean hasta morir y su cría se ha profesionalizado tanto, que algunos galleros venden al animal con un video de sus combates. En Termas de Río Hondo se disputa el campeonato mundial.
Por CARLOS QUIROGA
Fotos: GUSTAVO TARCHINI
Corrección: Profesora PILAR CORTÉS
Tan remotas como los juegos de taba y las corridas de toros, las riñas de gallos arribaron a nuestro país en los pesados galeones de los conquistadores españoles que, en su afán por hacer fortuna, sometieron a los gallos a un largo y extenuante viaje. No fue en vano, ya que la tradición gallera no tardó en arraigarse en estas tierras, especialmente en
Santiago del Estero, donde la actividad es legal y cada fin de semana cientos de aficionados se vuelcan a los reñideros, como los hinchas de fútbol a las canchas.
En el Gran Chaparral, Adolfo Enrique Saavedra, es el anfitrión de las contiendas y antes que se lo consulte sobre la crueldad de las riñas, se encarga de aclarar:” El gallo se llama de riña no por casualidad. Es un animal que nace para pelear y, si no pelea, se muere. No es -como dicen los detractores- que son entrenados para matar. Con la cría y riña de gallos lo que hacemos es preservar una especie que se perdería".
Hecha la aclaración, Saavedra lamenta que en muchas provincias todavía se siga considerado a la actividad como ilegal e insta a que sigan el ejemplo de Santiago, en donde las riñas son un deporte más, como las carreras de caballo: “Yo cada vez que organizó una reunión, pago mi correspondiente permiso en la Dirección de Deportes, que se encarga de enviarme el juez para la riña y solicito también el servicio adicional en la comisaría para que me envíen un policía de custodia”. Allá lejos en el tiempo quedó la época en que la ley perseguía a los galleros. Un viejo aficionado recuerda que, cuando las riñas eran clandestinas, un avión de la policía solía recorrer la zona y cuando pasaba por el patio donde se realizaban, “los hombres tomábamos un pañuelo simulando que estábamos bailando para evitar que nos identifiquen. Eso sí, si el avión volaba bajito íbamos todos en cana, no había chacarera que nos salve”.

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