Es viernes a la noche y el reñidero “El Gran Chaparral” se ha comenzado a poblar. Criadores de zonas cercanas llegan con pequeñas valijas de madera, que se denominan “galleras” trayendo a los que serán los protagonistas de la velada: “Lo ideal es aislar al gallo por lo menos 24 horas antes de la pelea. Hay que tener cuidado porque si se escapan y pisan una gallina tienen un gran desgaste de energía”, advierte Martín Coronel.
Entre los que darán batalla en el Gran Chaparral, sobresale un gallo tuerto: “No hay que subestimarlo- sostiene el Negro Saavedra-. Hay gallos tuertos que son unos maestros, es tanta la habilidad que tienen que cuando lo muerden se dan vuelta y ofrecen el lado tuerto. Además estos animales a la hora del combate tiene ventaja en el peso, porque puede pesar un poco más, que él que tiene vista normal”.
Ha llegado la hora del pesaje y al igual que en los campeonatos mundiales, los propietarios y segundos siguen con atención la ceremonia, ya que de acuerdo al peso se determinará el rival.: “. En ese sentido nadie da ventaja, sería una locura por ejemplo pelear con dos onzas menos”- comenta Saavedra. Y de los 6 gallos solo dos coinciden en el peso, así que la velada se reducirá a una sola pelea.
Después de la conformidad de las partes, el juez de la pelea da la autorización a los segundos para que vayan calzando las púas. Con especial cuidado las púas son aferradas a las patas con cinta. Todas ellas presentan una hendidura donde calza perfectamente el pequeño muñón del espolón, previamente amputado.
La duración de las riñas está en directa relación con las "armas" que presentan los contrincantes: A mayor peligrosidad, menos dura la pelea: “Acá en Santiago utilizamos púas plásticas y no de acero como sucedía en otras épocas o sucede en otras partes. Acá preferimos utilizar las púas mansas”, sostiene Saavedra. En otros países de América Latina, se emplean navajas afiladas que generan una disminución en los enfrentamientos debido a las heridas mortales que se provocan las aves.
Mientras los segundos realizan los precalentamientos de los gallos, con masajes en las patas, los propietarios concretan la apuesta. No se compran boletos como en el hipódromo, sino que se va apostando a voz de cuello y no hay un tiempo para dejar de apostar, se puede jugar hasta el último minuto de la pelea, siempre y cuando haya del otro lado alguien dispuesto a aceptar: “Es un deporte popular, que no se caracteriza por ser de gente acaudalada, así que cada uno juega de acuerdo a lo que le da el bolsillo”, afirma Saavedra.
Entre los que darán batalla en el Gran Chaparral, sobresale un gallo tuerto: “No hay que subestimarlo- sostiene el Negro Saavedra-. Hay gallos tuertos que son unos maestros, es tanta la habilidad que tienen que cuando lo muerden se dan vuelta y ofrecen el lado tuerto. Además estos animales a la hora del combate tiene ventaja en el peso, porque puede pesar un poco más, que él que tiene vista normal”.
Ha llegado la hora del pesaje y al igual que en los campeonatos mundiales, los propietarios y segundos siguen con atención la ceremonia, ya que de acuerdo al peso se determinará el rival.: “. En ese sentido nadie da ventaja, sería una locura por ejemplo pelear con dos onzas menos”- comenta Saavedra. Y de los 6 gallos solo dos coinciden en el peso, así que la velada se reducirá a una sola pelea.
Después de la conformidad de las partes, el juez de la pelea da la autorización a los segundos para que vayan calzando las púas. Con especial cuidado las púas son aferradas a las patas con cinta. Todas ellas presentan una hendidura donde calza perfectamente el pequeño muñón del espolón, previamente amputado.
La duración de las riñas está en directa relación con las "armas" que presentan los contrincantes: A mayor peligrosidad, menos dura la pelea: “Acá en Santiago utilizamos púas plásticas y no de acero como sucedía en otras épocas o sucede en otras partes. Acá preferimos utilizar las púas mansas”, sostiene Saavedra. En otros países de América Latina, se emplean navajas afiladas que generan una disminución en los enfrentamientos debido a las heridas mortales que se provocan las aves.
Mientras los segundos realizan los precalentamientos de los gallos, con masajes en las patas, los propietarios concretan la apuesta. No se compran boletos como en el hipódromo, sino que se va apostando a voz de cuello y no hay un tiempo para dejar de apostar, se puede jugar hasta el último minuto de la pelea, siempre y cuando haya del otro lado alguien dispuesto a aceptar: “Es un deporte popular, que no se caracteriza por ser de gente acaudalada, así que cada uno juega de acuerdo a lo que le da el bolsillo”, afirma Saavedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario