lunes, 17 de octubre de 2011
EL CASO MARIA SOLEDAD
El caso María Soledad marcó a sangre y fuego mi carrera, porque fue una verdadera escuela de periodismo. Allí me tuve que enfrentar a las presiones que genera esta profesión, desde amenazas hasta estar preso por unas horas en un calabazo, pero también tuve el gusto de conocer a una mujer excepcional, como Ada Morales, que a pesar de su dolor, siempre me abrió la puerta de su casa para confiarme algún dato revelador.
Fue en Catamarca donde conocí la ira del diputado Ángel Luque, que molestó por mis investigaciones, me mandó a apretar con unos de sus secuaces, a quien apodaban Zapallo. En vísperas de unas elecciones, Zapallo se presentó en la escuela donde votaba Ramón Saadi, esgrimía en su mano una cadena y apenas entró me encaró: “Me han dicho que Quiroga, el de GENTE está por aquí, si lo ves avísame. porque a ese se la tengo jurada”. Yo no podía creer lo que escuchaba y le prometí que apenas lo viera le avisaba. Y con el corazón en la boca me fui, porque como bien dice el dicho:”Soldado que huye sirve para otra batalla”.
Mi paso por Catamarca también supo de lo que significa estar tras las rejas. Para un aniversario del crimen de María Soledad, habíamos ido con Julio Carrizo a la cárcel para intentar hacer unas fotos de Guillermo Luque en prisión. Los muros eran bajitos y una escalera tijera gigante que nos había prestado un vecino sirvió para que mi compañero llevara adelante el cometido. La osadía duró poco, porque en menos que canta un gallo, una comisión policial nos rodeó y nos llevó detenidos a la comisaría. Allí, por un par de horas estuve preso e incomunicado, hasta que finalmente se aclaró la situación y nos liberaron. Por suerte Carrizo había logrado esconder el rollo y nuestra estadía en prisión había dado sus frutos: teníamos las fotos exclusivas de Luque preso.
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