Por
CARLOS QUIROGA
Fotos:
GUSTAVO DÍAZ SPOLITA
Oren Jair Domfrocht tiene
apenas once años, pero sus dibujos parecen sacados de una película de Disney.
Ningún trazo ni perspectiva delatan que detrás
de este gran artista hay un chico autista. Solo aquellos que lo tratamos
personalmente podemos corroborar su
enfermedad, que potenció a pleno su capacidad de dibujar, deslumbrando a
cientos de tucumanos que concurrieron a la muestra Luz de Mi Vida, que se expuso en la sala
Ezequiel Linares del Ente Cultural hace un par de años atrás. Pero nada de ello hubiera sido posible sin
el incondicional amor de sus padres y su
hermana Iana (10), que con infinita paciencia fueron templando el carácter de
este pequeño genio, quien durante años hizo de las paredes de su casa su
tablero para dibujar.
Hasta el año y medio, Manuel Domfrocht y Gabriela
Bobrow vieron crecer a Oren como un chico normal, pero un día la oscuridad de
la noche comenzó a apagar la luz de su vida, cuando el pequeño dejó de
prestarles atención y de comer. Alarmada
por la situación, su madre acudió de inmediato a la neuróloga Hilda Bibas
Bonet, que no tardó en diagnosticar lo que ellos ya sospechaban: su hijo era autista.
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