Curiosamente Simoca, no trascendido las fronteras por la feria en sí, sino por haber sido el primer consumidor de bebidas alcohólicas del mundo, así lo reflejó la revista Selecciones, cuando realizó una estadística al respecto. “Eso no significa que seamos unos borrachos empedernidos – afirman los lugareños – no vamos a negar que en Simoca se compra bebidas alcohólicas por mayor, lo que sucede es que de aquí se distribuye para otros pueblos, incluidos localidades catamarqueñas y de allí que las estadísticas den ese resultado. Aquí sólo tomamos vino para la misa”.
Simoca ha sido bautizada como “Cuna del Folklore” y a decir verdad no se equivocan, porque es común encontrar en casi todos los ranchos una guitarra, un Baldeón y un bombo que esperan a los forasteros para poner ritmo de zamba o chacarera al lugar. Y para las vacaciones de julio se construye allí un inmenso escenario que alberga a folkloristas que se llegan de distintas partes del país para estar allí.
Hoy la Feria de Simoca, que había comenzado como un mercado de productos de la tierra, alberga también a otro tipo de vendedores que comercializan ropas, artesanías y baratijas en el predio de la ex estación ferroviaria: “Señora pase y elija y si no tiene plata, déjenos a su hija”, se escucha vocear a un hombre que ofrece ventiladores santiagueños (pantallas hechas con hojas de totora). , Que se justifica diciendo “ahora tengo que recurrir a estos trucos, porque cada vez, se hace más difícil vender. Usted no sabe lo que era esta feria hace algunos años atrás. Una verdadera mina de oro. Yo recuerdo que los huevos no se vendían por docenas, sino por centenas. Los huevos estaban apilados en montañas que tenían hasta un metro y medio de altura y estaban apoyados en malvas (una hierba típica de la zona) para que no se rompan. “Es cierto- asegura otro puestero- yo todavía conservó fresco en mi memoria cuando los santiagueños viajaban especialmente a Simoca a vender sus pescados, los traían en yoles (tinajas de barro con agua saladas) para mantenerlos frescos. Qué tiempos aquellos, que no volverán”
La crisis económica por la cual atravesó el país y la proliferación de los centros comerciales en las localidades vecinas le han quitado a Simoca el protagonismo comercial de aquella época. Pero hoy al igual que ayer los vendedores siguen firmes intentado vender sus productos: “Si nos quitan está posibilidad nos morimos”, dice don Gelasio Paz, de 83 años que llegó a la feria cuando era apenas un niño, para ayudar a su mamá con la venta de arrollados de chancho.
Simoca ha sido bautizada como “Cuna del Folklore” y a decir verdad no se equivocan, porque es común encontrar en casi todos los ranchos una guitarra, un Baldeón y un bombo que esperan a los forasteros para poner ritmo de zamba o chacarera al lugar. Y para las vacaciones de julio se construye allí un inmenso escenario que alberga a folkloristas que se llegan de distintas partes del país para estar allí.
Hoy la Feria de Simoca, que había comenzado como un mercado de productos de la tierra, alberga también a otro tipo de vendedores que comercializan ropas, artesanías y baratijas en el predio de la ex estación ferroviaria: “Señora pase y elija y si no tiene plata, déjenos a su hija”, se escucha vocear a un hombre que ofrece ventiladores santiagueños (pantallas hechas con hojas de totora). , Que se justifica diciendo “ahora tengo que recurrir a estos trucos, porque cada vez, se hace más difícil vender. Usted no sabe lo que era esta feria hace algunos años atrás. Una verdadera mina de oro. Yo recuerdo que los huevos no se vendían por docenas, sino por centenas. Los huevos estaban apilados en montañas que tenían hasta un metro y medio de altura y estaban apoyados en malvas (una hierba típica de la zona) para que no se rompan. “Es cierto- asegura otro puestero- yo todavía conservó fresco en mi memoria cuando los santiagueños viajaban especialmente a Simoca a vender sus pescados, los traían en yoles (tinajas de barro con agua saladas) para mantenerlos frescos. Qué tiempos aquellos, que no volverán”
La crisis económica por la cual atravesó el país y la proliferación de los centros comerciales en las localidades vecinas le han quitado a Simoca el protagonismo comercial de aquella época. Pero hoy al igual que ayer los vendedores siguen firmes intentado vender sus productos: “Si nos quitan está posibilidad nos morimos”, dice don Gelasio Paz, de 83 años que llegó a la feria cuando era apenas un niño, para ayudar a su mamá con la venta de arrollados de chancho.
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